lunes, 29 de diciembre de 2008

AMSTERDAM


MIEDO A VOLAR Por Tomás

Yo, en realidad, no tengo miedo a volar. Pero tomo mis precauciones.

No me gusta sentarme, por ejemplo al lado de alguien que lleve alguna prenda de vestir, cualquiera, de color amarillo. Eso no me ocurre cuando voy en autobús o tren, no me fijo en nada de eso. Me siento y punto. En cambio en avión procuro ser el último en subir y así poder observar mi situación. Tampoco me gusta tener delante, justo en la fila delantera y solo en esa, una persona negra en medio de dos blancas. En cualquier lateral no me importa pero en medio, lo evito a toda costa. Por supuesto tampoco me ocurre esto en otro tipo de transporte.

Así que siempre soy de los últimos en subir para calibrar perfectamente mi situación.

Y no es que tenga ese miedo incontenible, inexplicable a viajar en avión. Eso no me ocurre. Si me pudieran asegurar todo ese tipo de condiciones, para mí, insalvables, no me importaría tomar un avión tras otro.

También procuro evitar que mi asiento sea el C, el de la letra C, no me importa ir en primera fila o en cola, en ventana o en pasillo siempre y cuando mi asiento no sea el C. Aunque esto, si ocurre, es más fácil solucionarlo. Solo tengo que soportar la mirada extrañada de la azafata del mostrador, antes de embarcar. Una nadería comparado con las situaciones que se dan cuando ocurre alguna de las otras circunstancias.

Si alguien de color se sienta en la fila de delante de la mía, entre dos blancos, procuro primero cambiarme y si no lo consigo, empiezan los problemas pues procuro que el orden citado varíe, con la consiguiente incredulidad tanto de los afectados como de los espectadores.

Algo similar ocurre cuando a mi lado se sienta un pasajero con alguna prenda amarilla, primero procuro cambiarme de sitio, si no prospera esto, intento que se cambie la o el de amarillo, lo que es más difícil aún. Y ya como última opción, le pediría, le rogaría, que se quitara la prenda y esto es lo más difícil.

Recuerdo que en un vuelo entablé una agradable conversación con una chica (que estaba a mi lado y no llevaba ninguna prenda amarilla). Mi asiento tampoco era el C y delante nuestra no habían ningún pasajero de raza negra. Al llegar al destino me atreví a comentarle a mi nueva amiga mis extrañas manías. Ella se me acercó al oído y me susurró el color de su ropa interior. Cuando me repuse, me invitó a comprobarlo en la habitación de su hotel. Afortunadamente, no era de color amarillo y pudimos hacer el viaje de regreso juntos.
Y es que como os dije no es que tenga miedo a volar. Simplemente tomo mis precauciones.

HIELO


CORTOCIRCUITO

Se despertó desnuda, tendida sobre una cama desconocida. Pese a no haber nada que decorase las paredes, pese a ser paredes blancas estas trasmitían oscuridad y frío, un frío que veía salir como el vaho de las bocas en los días más duros de invierno. El particular olor mezcla de tabaco, colonia barata, sexo y sudor le golpeaba el cerebro. Ningún sonido producido desde la habitación, solo el sonido amortiguado de la calle, por lo que dedujo que estaba sola, como tantas veces, sola en otra habitación de hotel. Las imágenes de la noche se le aparecían a cada instante. Difusas, veladas a través de una gasa. No distinguía ni rostros ni lugares. No obstante intuía lo sucedido, siempre era igual.

Posiblemente todo empezó con otra discusión con Jorge y después…. cortocircuito. A partir de aquí la reconstrucción se la hacia más fácil. Habría vagado por las calles frías y oscuras del Madrid más canalla. Habría entrado en un local negro y compartido copas y cocaína con personajes a los que, en circunstancias normales, temería. Cuando hubiera encontrado al hombre más cercano al animal se habría acercado a él. Sin rodeos, sin perdida de tiempo, le habría cogido del brazo, le habría sacado a la calle, le habría pedido que la llevase a algún lugar.

A Jorge cada vez se la hacía más difícil salir tras ella, transformarse en animal y alquilar aquel cuarto.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Amnistía no Amnesia

Desde que el juez-star Garzón salto a los escenarios mediáticos de periódicos y juzgados con su nuevo show, chou en el castellano más castizo, parece que la derecha más casposa y rancia sufre un serio problema de dislexia y viene confundiendo amnistía con amnesia. No señores, no se me confundan. Hay muchas familias que aun hoy no han olvidado pese, o gracias, ha haber pasado toda su vida junto a los que fusilaron o delataron a sus familiares de cometer el delito de pertenecer al bando de los vencidos. Muchas de estas familias no saben donde están sus muertos, no saben donde llevar flores los días uno de Noviembre, la mayoría de ustedes sí.

La ley de amnistía a los crímenes durante el franquismo no debería ser el mecanismo para el borrado de memoria masivo que muchos desearían. No la utilicen, gracias. En su día dicha ley fue punto de partida para llevar a cabo una modélica (¿?) transición y permitió afrontar con una nueva perspectiva los tiempos que se avecinaban. Esto no quiere decir que se olvidaran los crímenes y abusos cometidos por vencedores y vencidos durante la guerra civil y contra los vencidos a lo largo toda la época de dictadura franquista. Como todas las leyes esta también puede, y debe añado, ser revisada. Que no será la primera ni la última ley en adaptarse a los tiempos y la sociedad en la que convive, al fin y al cabo las leyes las deben hacer las sociedades y no a la inversa.

Aún hoy hay gentes que hablan de ‘aquella época’ sin atreverse a decir ‘la dictadura’ o ‘franquismo’, síntoma claro de la auto-censura del miedo o la vergüenza. Se supone que gozamos de una democracia sólida y una sociedad madura, por lo tanto ahora es un buen momento para mirar a los ojos al pasado y poner ciertas cosas en su sitio.

No se trata de abrir viejas heridas, pues estas nunca cerraron, sino de justicia y respeto a la victimas así como el juicio a los responsables de la parte más negra de nuestra historia reciente, para que no aparezca esta parte de la historia como una anécdota en los libros de texto. No es ni más ni menos que lo mismo que pedimos para con las victimas de ETA, las victimas de la dictadura en Chile, las victimas de la guerra de lo Balcanes, las victimas del Holocausto Nazi, etc. Podría seguir enumerando vergüenzas por las que hoy día pocos de nosotros se rasga las vestiduras por juzgar a los responsables. Entonces, ¿por qué mirar para otro lado con respecto a nuestra historia? ¿Para olvidarla y volver a repetir los mismos errores pasadas unas generaciones? Espero que haya muchos Garzones que no lo consientan.
Cuadro de: Juan Carlos Ñañake Torres (Perú)

domingo, 12 de octubre de 2008

PNJ Capitulo IV

La mañana entró por entre, lo que se supone era las cortinas, jirones de tela de una época en la que los colores poco o nada importaban. Con un aparente desorden cada uno de los que allí estaba empezó lo que parecía una danza de cuerpos sin alma (gracias Sabina) y que culminó a los pocos minutos con el resultado, inesperado, de una casa recogida y ordenada, como si por allí no hubiera pasado nunca nadie. Todas las mañanas era lo mismo y como todas las mañanas no dejaba de sorprenderme.

Cuando quise echar una mano todo había terminado y me vi arrastrada hacia el gran patio, antes con vista a la mar. El sol cegó mis ojos y caldeo mi cuerpo aún entumido por el frío de la noche, el duro jergón que hacia las veces de cama y demasiado vino y porros. Un desayuno a base de café, pan y fruta terminó de hacerme recordar, como todas las mañanas, donde estaba: en PNJ.

Aún estaban allí los nuevos NP, la nueva NP. Y él charlaba afablemente con uno y otro y les contaba su odio al progreso y los convencía, lo note en sus ojos vacíos de cualquier conexión con otro mundo que no fuera el que él les estaba contando, y llegó a la parte en la que realmente se enfada con el progreso, la humanidad y hasta con él mismo, y llegó a la parte en la que su hermano, ese pirata del ladrillo, una vez le abandonó, y enmudeció. Ahora ya lo sabían. Su lucha no era solo contra el progreso, su lucha era además contra un hermano. Un hermano ávido de dinero, capaz de vender su propia alma y capaz de machacar las vidas y las esperanzas de todos sus vecinos.

-Nada le importa. Solo hay un santo en su peana- Me solía decir asomando a sus ojos un brillo mezcla de odio y lagrimas.

martes, 26 de agosto de 2008

Cuando el tiempo no pasa



¿Que hacer cuando el tiempo no pasa? El tiempo, que deberia convertirse en tu aliado se convierte en un carga pesada, por momentos demasiado pesada. Parece que hayan pasado mil dias desde la ultima vez que fuimos, por que ahora no somos. No somos presente, no somos futuro, no somos nada.

Hay que empezar de nuevo, lo se, no sirve de nada continuar con un proyecto truncado. Pero empezar cuesta mucho sabiendo que nos esperan cosas maravillosas.

martes, 19 de agosto de 2008

Mil vidas (Cap II). Vida uno

Habían pasado tan solo dos días de las vacaciones de Semana Santa y tan solo dos días desde que las niñas estaban en casa. Llamaron a la puerta, para ser más exactos, al quicio de la puerta, pues esta siempre estaba abierta. No esperaban a nadie. Casi nunca venia nadie que no tuviera la suficiente confianza como para no entrar hasta la Abuela, así que solo se podía ser Cecilio, el telero. En tiempos duros la única forma de ir renovando la ropa gastada y los gastados zapatos era recurrir al telero e ir pagado como y cuando se podia. Para Cecilio la única forma de ir vendiendo algo era cobrando como y cuando se podia, a base de pasarse los días recorriendo el barrio puerta por puerta. “Vuelva mañana”. Es la frase más escuchada. Se trata de una simbiosis perfecta, la confianza del telero que sabe que cobrará mañana y la honestidad del comprador que siempre hace un esfuerzo para que Cecilio cobre mañana hacen de esta forma de comercio el más extendido en un Madrid plagado de barrios levantados del barro.


- Dile al Sesilio que vuelva mañana.- Voceo desde dentro la Abuela sin un destino concreto. La que estuviera más cerca de la puerta seria la encargada ponerle cara a la frase que ya debía de haber oído Cecilio.
- Dile a tu madre que si quiere que su hermano vuelva mañana.- La frase pasó a través de la niña, recorrió el pequeño salón y llegó hasta la Abuela. Desde el momento en el que las palabras llegaron a su cabeza empezaron a mezclarse imágenes, recuerdos y sentimientos que hicieron que perdiese toda relación con el mundo. Una blancura perfecta, sin matices, se apoderó de sus ojos y de forma inmediata sus piernas, sus brazos, su cuerpo se vieron despojados de toda fuerza y de toda percepción exterior, no sintió su cuerpo cuando cayó al suelo.

La blancura fue dando paso, poco a poco, a todos los tonos, a todas las formas y a todos los volúmenes soñados miles de veces a lo largo de más veinte años hasta que formaron la cara mil veces soñada de Agustín, su hermano. De igual modo, poco a poco, fueron llegando la voz y el olor. Una voz que repetía con un tono mezcla de ternura y preocupación.- hermanilla ¿estás bien? La voz no era tal y como la recordaba, no era tal y como la soñaba. Algo había cambiado. Era la voz del hombre que no había conocido. El olor empalagoso hecho a base de sudor, colonia barata y aceituna no había cambiado. El tacto áspero de las manos acariciándole la cara y el sabor salado de sus propias lagrimas confirmaron que no se trataba de otro sueño. En ninguno de sus sueños había sentido a su hermano por los cinco sentidos, siempre faltaba alguno para completarlo. Unas veces era la voz la que no le llegaba pese a ver de su boca salir las palabras. Otras veces perseguía una voz sin cuerpo. Nunca, hasta ese día, había tenido a su hermano completo.

Durante unos pocos segundos y con un solo gesto, el rostro de la Abuela mostró todos de los sentimientos, todos los reproches y todas las preguntas acumuladas a lo largo del tiempo. Así lo entendió Agustín. Habían pasado más de veinte años y aún podía esperar un tiempo para abrazarla, antes necesitaba hablar. Las palabras habían estado demasiado tiempo retenidas, habían sido demasiado rumiadas y ahora pedían salir.
- Tuve que marcharme, si no alguno de los dos hubiera muerto antes de hora. No podía pasar un minuto más viéndonos morir de hambre y sin poder hacer nada. Y todo por que era demasiado orgulloso para comer garbanzos rebuscaos, ¡si se los comían hasta las gallinas, coño! Pero no, nosotros teníamos que morir de hambre. Que los ideales, que yo sepa, no se comen.
“Tal vez no lo recuerdes pero a punto estuvimos de dar con nuestros huesos debajo del puente del río Zucueca. Apareció el de la casa. El dueño. – Rebuscó unos segundos en el trastero donde se guardan los recuerdos - Bueno, ¿Qué más da? no me acuerdo como se llamaba aquel hombre. Pues eso, que vino el dueño a cobrar el alquiler y el hombre, con toda su buena intención, no se le ocurrió otra cosa que decir: ‘A las buenas de Dios’. Tu padre se levantó de la mesa y dando un golpe en la mesa que todavía debe de retumbar en la paredes de la casa, si es que sigue en píe aquella casa, se encaró con el dueño y le hizo volver a entrar dando las buenas noches sin mencionar a ese señor que, como él decía, nada había hecho y nada haría por nosotros. ‘Que en esta casa somos republicanos y ateos’ le repetía una y otra vez al pobre hombre que trincó el dinero y salió como alma que lleva el diablo. El día siguiente lo pasé esperando a que la Guardia Civil, acompañando al dueño, viniese a echarnos a la puta calle. No se por que aquel hombre se tragó aquella humillación y nos permitió seguir allí. Sería un buen hombre.
“¿Qué te voy a decir de tu padre que no sepas? . Nos quería mucho, o eso quiero pensar. Pero a mí me hervía la sangre de impotencia. Ese orgullo, esa disciplina, ese ¿qué dirá la gente? eran superior a mis fuerzas. No había manera de hacerle entrar en razón. Era un cabezón.- Bendita sea la rama que al tronco sale. Pensó su hermana mientras a través de los ojos de él volvía a ver los ojos de su padre.
“El día que marché venía con una cabra de la hubiéramos podido comer carne durante algún tiempo. ¿Te imaginas haber podido comer carne varios días seguidos en aquella época? - Miraba a su hermana pero estas palabras no iban dirigidas solo a ella. Eran, sobre todo, palabras dirigidas a su padre.- Pues, por sus santos cojones la tuve que devolver al monte donde la había encontrado, después, claro esta, de llevarme una paliza que tardé mucho en olvidar. Aún hoy hay veces que me duele, no los golpes que ese dolor se pasa. Me duele el no haber tenido cojones, no haber sido lo suficientemente hombre para haberle plantado cara. Me duele habeos dejado allí con él sabiendo que las ibais a pasar putas con el mísero jornal que ganaba en la mina y sabiendo que tarde o temprano la mina lo iba a matar. ¿Qué iba a ser de vosotras? ¿Qué ha sido de vosotras? Por eso me fui. Tuve que hacerlo.- se excusaba ante su hermana y, sobre todo, se excusaba ante sí mismo.- Bueno, en esta casa ¿no se come? – Por su parte, de momento, ya estaban dadas las suficientes explicaciones. A partir de hoy iban a tener el resto del futuro para hablar del pasado.

Para la Abuela en aquellas palabras no había nada nuevo. No le interesaba escuchar, porque ya lo sabía, por que se había marchado. Ahora quería saber que había sido de Agustín durante estos años. Todas las noches se había preguntado ¿qué habrá comido hoy? ¿habrá comido hoy? ¿dónde dormirá hoy? ¿con quien? cientos de preguntas. Por fin tenía al alcance de la mano todas las respuestas.

-Hay que esperar a Paco. No creo que tarde- Fueron sus primeras palabras tras el reencuentro. Palabras que no habían salido de su cerebro. Que este aún estaba lejos, muy lejos, de la realidad que le presentaban sus sentidos. Aún tardó un tiempo en conocer la verdadera dimensión de lo que minutos antes había sucedido. Fue entonces cuando se abrazó a Agustín. Así permanecieron algunos minutos, mientras las niñas contemplaban la escena sin llegar a entender lo que estaba sucediendo. Habían oído hablar del Tío Agustín, por supuesto. Hasta hoy el Tío Agustín era el primer boceto de un cuadro, hecho con trazos imperfectos, de líneas rotas y sin una clara intención de colores , elaborado a base de pequeñas historias, vagos recuerdos y múltiples ilusiones. Hoy comenzaba para las niñas la tarea de pintar el cuadro. Cada una de ellas, partiendo del mismo boceto, podría pintar su propio retrato del Tío Agustín.

Una vez hubieron comido y sentados a la frescura de la enredadera del patio Agustín siguió contando su vida a la Abuela mientras las niñas, tumbadas en un camastro hecho con mantas, dormitaban.

- Salí de Bailén sin un destino fijo. Durante algunos días estuve buscando trabajo por los cortijos de por allí cerca, pero nada, no había. Me costó un montón decidirme pero al final me metí en un tren con un grupo de jornaleros que iban para Valencia. Allí trabajábamos como mulas por cuatro perras que luego gastábamos en putas y vino. Nos recorríamos todo el Levante y Cataluña siguiendo las cosechas. Aquí naranjas, allí cebollas, más allá patatas… así durante unos años. Años que pasaron sin pena ni gloria y de los que solo me quedaron un par de buenos amigos y poco más.

- ¿Y ese tembleque que tienes en la mano?- Interrumpió la Abuela tras descubrirlo haciendo un nuevo repaso visual de todo su hermano.

-Nada hermanilla, un mal recuerdo de una mala historia. No tiene ninguna importancia- trato de explicarse.
-No me lo estas contando todo ¿verdad?. Veinte años no se pueden resumir en cuatro naranjas aquí cuatro patatas alli. No llevo tanto tiempo esperando para que ahora me vengas con milongas.- Las cejas de la abuela se arquearon mostrando el enfado al que tenia derecho después de tantas y tantas preguntas sin respuesta.
-No, lo siento. Hay cosas que es mejor que no sepas. No he me he echo miles de kilometros para ahora contarte penas y miserias.
-No te estoy diciendo que me cuentes penas y miserias. Que penas y miserias ya tenemos aquí para echarle a los marranos. Quiero que me cuentes que has hecho durante estos años. Ya me supongo que no habra sido un camino de rosas. Aquí también hemos tenido nuestros momentos regulares, nuestros momentos malos y nuestros momentos espantosos.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Cuando el surrealismo se nutre de la realidad....



Sorprende ver la obra de Juan Francisco Casas.

Comentario del autor:
"....mi trabajo se desarrolla a partir de unos referentes fotográficos cotidianos y de representación pictórica bastante directos, desde los que intento presentar realidades puntuales extraídas del contexto que las conforman y las significan, desconectándolas así de la narrativa de la sucesión de apariencias posteriores que conforman esta realidad. De este modo se deja ver el significado surreal de la propia realidad y por ende del que la habita, viniendo así a cuestionar a ambos, como imágenes y como hechos"

Para ver su obra:

martes, 18 de marzo de 2008

En Irati


Mil vidas (Cap I)

-Mi padre es un primate.-Avisó Manolo, el único hijo varón del Abuelo, a la enfermera mientras se lo llevaba para hacerle las pruebas decenas de veces repetidas.
- No se preocupe, estamos acostumbradas a tratar con los abuelos. Y los abuelos ya se sabe…- No, no lo sabia y no tardó en comprobar que el Abuelo era verdaderamente un primate. En los últimos años solo respondía a los instintos básicos: hambre, sueño, frío, calor y, por que no, amor y odio. El instinto fue el que le mantuvo vivo después de cinco anginas de pecho, un par de embolias y con tan sólo un diez por ciento de capacidad pulmonar, fruto de miles de paquetes de tabaco negro consumidos a lo largo de una vida.

Desde que con cincuenta años, año arriba año abajo, le ingresaron para extirparle unos pólipos en la garganta y en la próstata su desconfianza hacia todas y cada una de las personas que forman parte de la Sanidad pública, incluido su propio nieto, llegó a unos limites difíciles de imaginar. Por eso, el día que por iniciativa propia sufrió un nuevo ingreso todos sabíamos que se acercaba el fin. Un final que no por esperado, no confundir con deseado, dejaba de ser duro y triste.

Y ahí estaba ella, la Abuela, con su pena andaluza, con sus quejidos rítmicos como los pasos de su Cristo del Gran Poder por el camino del Monte Calvario, y es que hasta para sufrir la tierra marca. Con quien iba a pelear ahora, a quien iba a cuidar si toda su vida ha estado pendiente de alguien. De todos. Una madre, un padre que se dejo morir, un hermano físicamente ausente pero siempre presente, siete hijos con sus siete vidas y unos nietos a los que solo les faltó parirlos, y en los últimos años solo el Abuelo. La necesitaba. Él la hacia sentirse necesaria, ella le hacia mantenerse vivo dándole todavía motivos para seguir, removiéndole los recuerdos, haciendo saltar el resorte de su mala leche. Con el vacío que le ha dejado esta ausencia el corazón ya no le debería poder doler, se debería haber hecho callo. Pero no, le seguirá doliendo, por que un corazón hecho para mil vidas seguirá mil vidas doliendo y, gracias Abuela, seguirá mil vidas latiendo.

miércoles, 20 de febrero de 2008

PNJ Capitulo III



¿Así que eso es? Un NP resignado al avance imparable del tiempo. Nunca, hasta hoy, había llegado un NP sin la clara convicción de permanecer para siempre en PNJ. No porque no los haya si no porque él los ve como una amenaza, un peligro. Capaces de arrancarle a sus NP haciendo llegar la otra realidad, la que detesta, la del falso progreso. No me ha hecho falta mas una noche para darme cuenta de que en ella hay una belleza que la hace diferente. No es una belleza apabullante, de la que hace sentirse incomodo a todos los que estén a su alrededor. Es más bien la belleza en equilibrio. Haciendo una disección, viendo cada parte por separado, nada parece ser bello, es el conjunto de toda ella lo que estremece. Un conjunto perfectamente equilibrado como una composición artística suspendida de hilos casi invisibles en la que la falta de un solo enlace haría que se desmoronase Todo. Como toda obra de arte, ella es más que una bella composición estética.

lunes, 18 de febrero de 2008

PNJ Capitulo II

Sentados alrededor de unos porros, canutitos le gusta llamarlos a él, intento descubrir en ellos a los NP que seguro esconden. No tarda en aparecer el primero, un NP en busca del sexo que en el mundo de donde viene le es difícil encontrar, como un indio en la espesura del bosque. Necesita un sexo sin ataduras, sin compromisos, sin promesas ni esperanzas, sin vencedores ni vencidos. Sexo por el puro placer de disfrutar del sexo. Aquí lo encontrara, seguro. Hay muchos NP como él, quizás demasiados. Al otro muchacho le cuesta algo mas dejar salir a su NP. Finalmente aparece cargado de un arsenal de armas en forma de utópicas ideas para luchar contra el capitalismo en mayúsculas, como él dice. A este tampoco le van a faltar compañeros de batalla contra los piratas del S.XXI. Estos, por muchos que haya, nunca son demasiados.

En ella no consigo ver a su NP. ¿Por qué? ¿Dónde lo ha visto él? Hasta hoy nunca me había costado ningún esfuerzo ver a los NP. Tengo que salir en su busca.

-¿A que has venido hasta aquí? Tengo la sensación de que estas fuera de lugar. Hay algo en ti diferente al resto de nosotros, diferente a estos dos con los que has venido.- La pregunta parece que no la ha sorprendido. Tengo la impresión de que lleva mucho tiempo esperando ha que alguien la hiciese.

-Tienes razón, no debería estar aquí. Son mis últimas vacaciones con ellos. Desde hace mucho, no recuerdo cuando empezó, nos vamos los tres unos días juntos de vacaciones. En unos meses mi vida cambiara y ya nunca más repetiremos estas aventuras veraniegas. Las echaré de menos, seguro.- Su voz suena cargada de maravillosos recuerdos vistos con los ojos de la nostalgia.- Antes si era como ellos, cargados de irresponsabilidad, de hormonas, de ganas de lucha, de ganas de juego, llenos de vida. Supongo que por fin he sentado la cabeza. Tengo la sensación de que estoy atravesando un túnel que me conduce de forma irremediable a la estación de la gente normal. Allí me espera un trabajo normal, una hipoteca normal, unas expectativas normales, una familia normal, en fin, una vida normal.

-Pues aquí tienes una puerta trasera para salir.

-Me temo que no quiero salir.

EDGAR DEGAS

domingo, 17 de febrero de 2008

PNJ Capitulo I



Otro verano más. Rodeados de hippies de ‘temporá’ y de hippies costrosos. A él le gusta llamarnos Mis Niños Perdidos pero yo me quedo con hippies costrosos. Nos siento protegidos por una costra de sol, de salitre, de mar, de vida. Él nos ha enseñado a usar esta costra como una coraza contra una vida de la que un día nos alejó, abriendo frente a nuestros ojos una ventana al País de Nunca Jamás.

Se respira la asfixiante y pegajosa monotonía de las vacaciones autenticas de los hippies de ‘temporá’, así los llamamos los Niños Perdidos. Hippies con Visa, artistas mediáticos de incógnito locos por alguien los reconozca, cuarentonas separadas en busca de su primer orgasmo, fantasmas de medio pelo, pijos venidos a menos, quinquis venidos a más. Siempre son los mismos y como cada año vuelven. Con otros nombres y con otras caras pero los mismos. Las mismas expectativas estivales de descubrir las drogas, el buen rollito y lo yenbes o las mismas ansias de revivir los lejanos dieciocho y demostrase que siguen siendo, que siguen vivos. Se mienten.

Hoy ha venido al progreso. Un progreso del que huye por odiarlo. “Mira, pequeña,- me dijo- eso que llaman progreso no son más que cambios. No es progreso, el progreso nos debería hacer sentir más libres, más vivos y más humanos, pero esto nos ata, nos hiere y nos embrutece. Pregúntales ¿a que sabe el viento? ¿A que sabe la noche? No lo saben, no lo han degustado. Tienen tantas cosas que probar, tanto progreso.”. Un cerrojo y una llave son su única concesión, y eso después de tres robos en el mismo verano. Continua con su vida anclada en un tiempo en el que las distancias se median en jornadas y el mundo llegaba hasta donde había caminado el último forastero con el que había compartido cena. A ese tiempo nos ha llevado a todo el que hemos sabido acompañarle. Hoy, sentado en un taburete tan viejo como el, haciendo esas baratijas horribles que tanto gustan en el improvisado mercadillo hippie del improvisado paseo marítimo, le miro y redescubro esos ojos que todo lo han visto, me pierdo en esas arrugas salidas del viento y la mar y se que pertenezco al País de Nunca Jamás.

Su mirada me anuncia que vamos a tener nuevos compañeros en PNJ. Se ha quedado mirando a los tres jóvenes. Es capaz de mirar allá del fondo del alma y descubrir a un Niño Perdido agazapado y temeroso en el rincón más abandonado y oscuro. Les tenderá una mano y les enseñará el camino para sacar el Niño Perdido. Lo ha hecho cientos de veces, siempre lo consigue.
Hay los dejo. A ellos embelesados con sus juegos malabares hechos de palabras, a el con sus historias de otro tiempo. La noche me confirma que lo ha vuelto a conseguir, hay nuevos Niños Perdidos.