lunes, 29 de noviembre de 2010

VOLUMENOLEGAL Nº29

El silencio de las mariposas

No entendía por que, de nuevo, tenía que estar castigado frente a la pared. Le parecía tan absurda la norma impuesta de no hablar en clase como el pedirle a las mariposas que dejaran de volar. ¿Para qué darle alas a las mariposas? ¿Para qué a nosotros la voz?

Así que decidió no volver nunca más al aula de sus desdichas. Vagó por la ciudad sin un destino concreto. Se sentía, por primera vez a sus 10 años, libre como una mariposa. El calor era sofocante por lo que empezó a buscar un lugar fresco en el que descansar. Terminó su búsqueda de la frescura en el viejo museo, lugar al que nunca, hasta hoy, había entrado.

Deambuló por pasillos anchos, frescos y luminosos cargados hasta el techo de cuadros. Cuadros llenos de colores que nunca hubiera imaginado que existieran. Poco a poco se fue apoderando de él una sensación extraña. Y allí sentado, frente a aquel cuadro, en silencio, comprendió que las mariposas, de vez en cuando, dejan de volar para libar de las flores todos sus colores.