miércoles, 19 de marzo de 2008

Cuando el surrealismo se nutre de la realidad....



Sorprende ver la obra de Juan Francisco Casas.

Comentario del autor:
"....mi trabajo se desarrolla a partir de unos referentes fotográficos cotidianos y de representación pictórica bastante directos, desde los que intento presentar realidades puntuales extraídas del contexto que las conforman y las significan, desconectándolas así de la narrativa de la sucesión de apariencias posteriores que conforman esta realidad. De este modo se deja ver el significado surreal de la propia realidad y por ende del que la habita, viniendo así a cuestionar a ambos, como imágenes y como hechos"

Para ver su obra:

martes, 18 de marzo de 2008

En Irati


Mil vidas (Cap I)

-Mi padre es un primate.-Avisó Manolo, el único hijo varón del Abuelo, a la enfermera mientras se lo llevaba para hacerle las pruebas decenas de veces repetidas.
- No se preocupe, estamos acostumbradas a tratar con los abuelos. Y los abuelos ya se sabe…- No, no lo sabia y no tardó en comprobar que el Abuelo era verdaderamente un primate. En los últimos años solo respondía a los instintos básicos: hambre, sueño, frío, calor y, por que no, amor y odio. El instinto fue el que le mantuvo vivo después de cinco anginas de pecho, un par de embolias y con tan sólo un diez por ciento de capacidad pulmonar, fruto de miles de paquetes de tabaco negro consumidos a lo largo de una vida.

Desde que con cincuenta años, año arriba año abajo, le ingresaron para extirparle unos pólipos en la garganta y en la próstata su desconfianza hacia todas y cada una de las personas que forman parte de la Sanidad pública, incluido su propio nieto, llegó a unos limites difíciles de imaginar. Por eso, el día que por iniciativa propia sufrió un nuevo ingreso todos sabíamos que se acercaba el fin. Un final que no por esperado, no confundir con deseado, dejaba de ser duro y triste.

Y ahí estaba ella, la Abuela, con su pena andaluza, con sus quejidos rítmicos como los pasos de su Cristo del Gran Poder por el camino del Monte Calvario, y es que hasta para sufrir la tierra marca. Con quien iba a pelear ahora, a quien iba a cuidar si toda su vida ha estado pendiente de alguien. De todos. Una madre, un padre que se dejo morir, un hermano físicamente ausente pero siempre presente, siete hijos con sus siete vidas y unos nietos a los que solo les faltó parirlos, y en los últimos años solo el Abuelo. La necesitaba. Él la hacia sentirse necesaria, ella le hacia mantenerse vivo dándole todavía motivos para seguir, removiéndole los recuerdos, haciendo saltar el resorte de su mala leche. Con el vacío que le ha dejado esta ausencia el corazón ya no le debería poder doler, se debería haber hecho callo. Pero no, le seguirá doliendo, por que un corazón hecho para mil vidas seguirá mil vidas doliendo y, gracias Abuela, seguirá mil vidas latiendo.