lunes, 5 de enero de 2009

CALLEJON

En el callejón le espera la mujer, vestido estrecho y zapatos de tacón de aguja. El color arcilloso del pelo, el vestido de un rojo incendiario y los zapatos a juego con el resto de la indumentaria le confieren un aspecto agresivo, solo roto por la rosa blanca de nácar prendida junto al escote. La luz es, como siempre, un leve susurro y el frío le llega al rostro como un enjambre de abejas. Flota la música procedente de alguna de las ventanas que desde la altura vigilan el negro callejón.

Avanza lentamente sorteando cubos de basura tendidos en el suelo, cuerpos igualmente tendidos a ambos lados del callejón y su propio miedo. Un miedo que le recorre todo cuerpo como una anguila nerviosa, lo que le provoca pequeños tics en el parpado del ojo derecho. Ha estado en muchas situaciones similares pero algo en su interior, quizá es instinto, le anuncia que esta vez hay algo extraño. Por más veces que entre nunca llega hasta la silueta rojiza que se adivina al fondo. Tras varios pasos hacia dentro vuelve a verse, una y otra vez, en la boca negra del callejón.

En el editor de imágenes se ha quedado pulsado el botón de bucle al caerle encima una mano inerte. La mano es del director que yace muerto sobre la mesa con un tiro en la cabeza.

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